lunes, 21 de marzo de 2016

Territorio de Campeonas



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Es un hecho. Este es un país de mujeres. Leonardo Padrón lo bautizó aquella vez en su famosa novela, y es que de novelas estaba hecho también el entretenimiento ya que es la audiencia mayoritaria o autoritaria a la hora de la cena. 

Se dice entre tragos y rokolas que todas las acciones del hombre van orientadas en cierto sentido hacia la mujer. El trabajo, la ropa, el carro, el teléfono, todo esto es la ornamenta que usa el pavo real criollo para hacerse del dulce manjar. La mujer Venezolana.

Es un hecho. Esta es una sociedad matriarcal. Tiene un dia en el mes de mayo el cual es para todos uno de los más sagrados del año. Corren a hacer cualquier regalo, detalle, desayunos, flores. Incluso las “relevamos” de los quehaceres ese domingo especial para que se sienta como la reina que es para todos. Irónicamente la mayoría de los obsequios son artefactos que le “ayudan” a que el resto del año siga realizando estas tareas domésticas. 

No hay como la llamada de nuestra madre a cierta hora de la madrugada para obligarnos a volver a casa y poder decir “mi mama esta preocupada mi pana es mejor no alterarla” y que todos comprendan porque la “Pure” se respeta. Es la que nos saca adelante con lo que tiene y lo que no porque en su mayoría son las jefas de hogar, referente único de autoridad moral, administradoras excepcionales de presupuestos que incluyen sueños y metas extraordinarias. Así, entre otras cosas, es la madre Venezolana.


Es un hecho. En este país las que encaran son las mujeres. Son los emprendimientos de empanadas, tortas, ponquecitos, la ropa que dejan a sus compañeras para que les paguen quince y último en el trabajo, hacen mariqueritas de bisutería como mi prima la china, vendedoras de Avon, señoras que cosen, dueñas de restaurantes, las que limpian casas, cuidan a otras señoras, las que inyectan y cobran barato. Todas esas ganas de hacerse una vida para ellas y los suyos son características de nuestras mujeres. Son las cabezas de consejos comunales o juntas de vecinos, las que recogen el dinero en la iglesia, las que les gritan a los guardias nacionales, las que pese a cualquier cosa que pase en la vida siempre peinan a sus hijas dejándoles el cabello apretadito con un moñito impecable y las llevan como princesas a la escuela con su camisita blanca y monito azul. Son las que entrompan, emprenden y se guardan el dinero bien ganado en ese lugar especial del sostén izquierdo.
 
Es un hecho. Este es un País de Campeonas Sudamericanas. La mujer tricolor, de belleza reconocida no solo a nivel mundial sino universalmente incluso inventó hace un tiempo otro deporte del cual son maestras: Sobreviven en Venezuela. Disciplina de alto rendimiento que requiere paciencia extrema, batatas a toda prueba, piel de hierro. Siguen adelante llevando un hogar con lo que la precaria situación les permite. Y de paso, si todo eso fuera poco, ahora una oncena de carajitas se dan el lujo de pintarle la cara a Brasil y al resto de America jugando al futbol, se divierten ante la tribuna que las aclama como las heroínas que son sin lugar a dudas. Bailan para celebrar cada anotación con su estilo particular, alegre, retador, femenino, altanero con sabor caribeño. 

Cuarenta mil corazones vestidos de amarillo azul y rojo festejaron en el metropolitano de cabudare el campeonato que nos regalaron estas mujeres.

Ellas dejan a un lado los tacones altos para calzarse de zapatillas con las que recorren un campo fértil de emociones y sonrisas. Llenan el arco rival con goles color carmesí como el labial que usan de noche, nos inflan el alma llanera de orgullo y nos recuerdan que la gloria de la nación viene siempre, siempre, con La Vinotinto.


domingo, 21 de febrero de 2016

Dedicado a mis Talones

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Comenzo con el primer escarpín el cual mi madre aún conserva. Los compró antes de mi nacimiento y aún los conserva. Mis talones ya tienen edad suficiente para contar su propia historia. 

Cerca del año de nacido hicieron su debut como soporte de mis pisadas teniendo como alfombra el verde pasto del parque del este de Caracas. Nunca se imaginaron de cuántas travesuras nos íbamos a librar entre árboles de guayaba y la pesca de corronchos en el río de la Pedrera, en Maracay. Aprendieron a coordinarse para poder pedalear, nadar y correr. A esta altura, mis talones, tenian un recorrido de asfalto caliente que se movian en una improvisada cancha de futbol hecha de 4 piedras como arquerías. Ya sabían, como resultado del mismo juego, trepar paredes con restos de botella incrustados al final para buscar la pelota que algún descontrolado había pateado más allá de aquella calle ciega.

Contar la historia de mis talones, por curioso que fuera, se muestra necesario. Más en estos tiempos donde tienen la madurez suficiente para quejarse en silencio luego de 14 horas de apoyo diario incondicional al resto de mi cuerpo para completar una jornada de trabajo. ¿Qué sería de mí sin ambos calcáneos? ¿Por cuánto tiempo los ignoré a pesar de que todos los días con la ayuda de mi índice los recubría de calzado? Y nunca les dia las Gracias. 

He visto mis zapatos y la huella impreganda de mis huesos, dia a día, pisada a pisada, y la forma extraña en la que quedan como resultado del caminar. No se parecen en nada, en lo absoluto, a como eran cuando recién salen de su caja. Mis talones dejan su marca donde habitan.

No pasa lo mismo con otras prendas de vestir. Camisas y pantalones son prácticamente iguales, con la diferencia del desgaste de la tela. Pero su forma, en sí, no se modifica. Talón, planta y punta del pie parece ser un tridente avasallante que se abre paso, me abren paso, a través del salón de fiesta donde a los 10 años me atreví a sacar a una niña a bailar. Nunca se negaron cuando tuvieron que quedar colgando al borde de la cama por ser muy pequeña para el resto de mi. Ellos cumplen su trabajo y no exigen ningun cuidado como sus vecinos sifrinos los dedos.Permanecen firmes en la popa de esta embarcación que ha sido mi vida por estos primeros 30 años, todo eso a pesar de estar aprisionados por una horma de cuero. Y nunca les di las Gracias.

Por eso hoy les escribo y les dedico su espacio. Les prometo que se cruzaran en esa postura inconfundible de confort donde uno descansa encima del otro, se alternan y se divierten a orilla de una playa cristalina. Les pido paciencia para encontrarse de nuevo con la arena fina que les ablanda el andar. Se que añoran encontrarse con otro par entre suaves sábanas o cómodos cojines. A mis talones que me han mantenido por todo este tiempo: esos amigos que me acompañan a jugar y me alentaron para sacar aquella niña a bailar y se burlaron cuando me dijo que no, mi madre que me enseñó a caminar y manejarme de la misma forma por barrios peligrosos y momumentos turísticos del mundo, son dos pilares en los que me aferro para continuar alegremente. 

Esa forma peculiar de desgastar hacia adentro la suela es el sello de mis pisadas. La reconozco en aquel primer escarpín y mi calzado actual. Espero seguir dejando una huella en estos caminos pero ahora, como lo prometí, agradeciendo a mis fieles talones.









domingo, 14 de febrero de 2016

Amores del Maciel

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Delimitado por las calles Washintong y 25 de mayo están las dos entradas del hospital maciel, en la ciudad vieja en Montevideo. Existen dos accesos principales al recinto que alberga a los protagonistas de historias que nadie quiere contar, nadie quiere vivir ni mucho menos recordar por el dolor que normalmente despierta el pensamiento de aquella temporada que alguna vez en la vida todos nosotros tenemos que transcurrir por muy larga o corta que sea. 

En esta oportunidad estas dos entradas permiten la convivencia de Nicasio y Guatusi, el primero oriundo de soriano con 63 años de edad y el otro un perro, tambien conocido como Guatu, cuya edad aún no esta determinada (ni siquiera en años perrunos).

Los pasillos que se alternan de blanco y negro se muestran como un tablero de ajedrez infinito, largos corredores y ventanales con vista a otra pared o con suerte a un pequeño jardín son los que conforman el contexto del acompañante. Nicasio observa los cambios de turno que ocurren cada 6 horas, no se inquieta, ya conoce la rutina de todos en aquel lugar, se divierte cada jueves de mañana cuando la enfermera que siempre llega tarde marca su huella en el reloj y putea por haber tomando el bus a última hora, y eso es cada jueves de mañana. Nicasio es el campeón del agua caliente, su termo contiene el agua casi a hervor que quema la yerba mate con la cual intenta, infructuosamente, calmar su ansiedad. 

115 días, contestó- Luego esbozó una sonrisa provinciana. Finalmente me atreví a presentarme y curzar un par de palabras con aquel hombre cuya rutina, por muy cursi que parezca, materializa lo que el amor representa, a lo que debería aspirar ese sentimiento por el cual se pasa la vida luchando por encontrar y más importante aún, una vez hallado, no dejarlo ir.

El síndrome de Ondina debe su nombre a la mitología griega. Es una de las enfermedades mas extrañas del mundo, quien la padece no puede controlar su respiración cuando está dormido, por ello necesita de una máquina por la noche para mantenerse vivo. La leyenda cuenta que la ninfa Ondina, al contraer matrimonio con un mortal, sabiendo que ello le costaría perder su belleza e inmortalidad, escuchó de su esposo los votos nupciales mas hermosos: " Que cada aliento que dé mientras estoy despierto sea compromiso de mi amor y fidelidad hacia ti". Con los años, aquel devoto esposo fue sorprendido en la infidelidad y sufrió la maldición de la ninfa: "Juraste fidelidad por cada aliento despierto, ahora al dormir perderás la vida".

Nicasio padece la vigilia como nadie en el hospital. Ruega con todas sus fuerzas que el voltaje de aquella máquina nunca falle. Se asegura de que no se olviden de conectarla, se para frente a cuidados intensivos y con la misma mirada provincina y sonrisa amable se comunica con la enfermera quien le devuelve un guiño buscando apaciguar el corazón del hombre que no puede dormir.

A las diez de la mañana sale Daniela. Tienen un banco para conversar, el cual usan solo para mirarse. 

Pasaron más de 20 horas desde la última vez que caminaron por los pasillos de ajedrez. La dama y el rey se pasean a pasos bien cortitos. Tomados de la mano. La túnica de Daniela se eleva un poco con el paso de camilleros urgidos en trasladar otros pacientes, el cardumen de estudiantes y medicos que visitan las salas no son obstáculo para ellos. Se mueven y se funden en un solo sentimiento.

De vez en cuando intercambian palabras. Ella tiene una traqueotomía. Pero igualmente hablan, se gritan te amo desde sus adentros, se hacen cosquillas con cada roce que desparraman carcajadas. Se lee "Silencio" en una placa pegada a la pared, sin embargo para Daniela, cada vez que ve a su esposo en la entrada, esucha una afinada sinfonia privada dirigida por los latidos fuertes de su corazón.  El la espera como un colegial a la salida. Dichoso de que su vigilia no fue en vano, que su desvelo le recompensa con la presencia de su esposa de tantos años. El mantiene intacto el juramento hecho a su amada ninfa.


De Guatu no se tienen tantos detalles pero no deja de ser curiosa su historia. 

Un hombre común y corriente tenía un perro común y corriente. Se paseaba por el barrio cercano al Hospital, era un vecino más, aparentemente, de vida bohemia. 

Este hombre un buen día ingresa al Hospital. Allí queda internado un par de semanas y en última instancia fallece. 

De todos sus conocidos humanos ninguno sufrió tanto como el Guatusi. Iba y venía desde la emergencia del Hospital hasta la casa de su dueño, el perro iba y venía buscándolo. Decidió esperar, decidió apostar por verlo algún dia salir de allí. Tiene más de 5 años esperando. En sus ojos se ve el cansancio de la vida solitaria. El vació de aguardar en una puerta durante años. Seguramente extraña el parque, su plato, su esquina en el cuarto. Responde tímidamente, o más bien con desgano a su nombre. No reconoce el timbre de voz de su dueño en quien lo llama, la cola no se mueve alegremente como aquella época. El amor de Guatu lo expresa en su decisión de esperarlo.

Luego vino, ciertamente, la compañia de los funcionarios, tiene su veterinario y en los días lluviosos se le permite entrar a una sala que lo guarece. 

Guatu se cruza con Nicasio en la esquina de la panadería, a la vuelta de comprar los bizcochos, el buen esposo lo convida. Se abren paso cada uno en su amor, cada uno en su espera y a su manera. 

El dia del amor o san valentin lo celebran durante todo el año. Para ellos el amor es presencia, es constancia, esperanza, estan noche y día por propia voluntad, dicidieron quedarse porque vale la pena la compañía. Siempre, por muy difícil que sea, el amor vale la pena.




jueves, 28 de enero de 2016

Llegada



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Fue inevitable recordar la foto del muro de facebook de la nave nodriza, mis amigos que hace un año atrás habían realizado el mismo trayecto que yo. Ellos fueron los pioneros tripulantes que al bajar del buquebus, seguramente muy emocionados y ansiosos, decidieron hacer una impresión perdurable con el transporte que los había traído al fin a Montevideo.

Llovía mucho en la terminal de Buenos Aires aquel 12 de noviembre. Las ruedas de mis maletas marcaban el ritmo del camino entre las calles de puerto madero, nunca había viajado con tanto equipaje a cuestas y el dolor de espalda ya molestaba lo suficiente para hacer una que otra parada, tomar aire y seguir adelante. Como otro elemento de compañía tenía mi hasta aquel entonces fiel teléfono de generación 0 con radio FM protagonista de mis mañanas de barquisimeto. El día anterior justamente a la salida del aeropuerto Jacinto Lara perdió todos los contactos y señal, al parecer, la partida la causó tanto temor y trauma a mi telefonito que se dejó de dramas y cortó por lo sano toda relación nacional. 

Sin embargo la radio FM funcionaba correctamente y no perdí oportunidad para sintonizar, ya en el asiento del pequeño barco el partido de eliminatorias al mundial. Venezuela perdió frente a Bolivia, el clásico suramericano tuvo que suspenderse por mal tiempo. Lo único que quedaba era la narración, con la pasión característica sureña del Ecuador vs Uruguay... Gooool de Uruguay de pronto gritaban los tripulantes.. terminaron perdiendo el partido los charrúas y ambas oncenas tanto la mía, como la que visitaba cerraron la fecha en derrota. Al menos si me preguntan les digo que ellos tambien perdieron, pensé como respuesta automática para cualquier conversación eventual al llegar.

Todo el tramite de documentos se manejó con total normalidad, incluso el sello casi invisible de mi pasaporte no fue traba para que días mas tarde gestionara mis documentos de residencia entre risas con la funcionaria que amablemente me pedía que me encogiera en la "sisha" porque era muy alto para el enfoque de la cámara. 

Disculpe, le voy a pedir que abra sus maletas por favor....  se cortó totalmente el ambiente, mi cara mostraba una sonrisa nerviosa y balbuceé alguna frase que dio a entender al funcionario de aduana mi nacionalidad caribeña. De donde sos??... Venezuela..  se hizo la presentación en santa sociedad a la respuesta que ha de definirme en los territorios del Río de la Plata. 

No tuve que decir nada más, el Rx de equipaje delataba mis intenciones de estadía las cuales confirmé al señor que me dio la bienvenida. Es curioso como esa maquina de Rx que hurga la maleta de los viajeros para detectar vicios, contrabando e ilegalidades no tiene un par que permita develar las emociones de las personas que cruzan el umbral de metal. En mi caso, sería mucho más difícil de explicar por qué sentía, al mismo tiempo, tanto dolor y alegría que justificar los 4 pares de zapatos de mi bolso.

En toda biografía hay un viaje. El viaje es inherente al curioso, al mundano, al crítico, al ocioso, al que no se conforma. Siempre he dicho que desde la parada del terminal hasta volver a tu casa estas aprendiendo cosas nuevas. Todo esto lo permite el viaje. Es una vía transformadora, una especie de prueba que nos colocamos, a veces de forma placentera, a veces forzada para ver cómo afrontamos nuevos escenarios, cómo nos relacionamos con otros. No en vano dicen los filósofos de Seinfeld que el viaje es todo un " Relationship Killer" un asesino de relaciones, ese temido viaje que hacemos con nuestra pareja para desde ahí hacer un antes y un después ya que conlleva a la convivencia en medios extraños, salir de la zona de confort. Este viaje tiene todos estos elementos, y la relación que se pone a prueba es la mía conmigo mismo.

Un placentero trayecto desde Colonia hasta Montevideo, siempre con mi auricular del telefonito en Fm en el oído, fue el último paso para por fin llegar al lugar por mí escogido mucho tiempo atrás. Las ridículas ganas de mirar por la ventana en aspecto nostálgico y descubridor se hicieron presentes. Ese 12 de noviembre también era el cumpleaños del gran Enzo Francescoli, ídolo de River. Fue una fecha, en resumen, con todos los elementos futbolísticos para recordar. Una fecha para los nietos, para los próximos amigos por conocer, ese día "shegué" al Uruguay.