domingo, 21 de febrero de 2016

Dedicado a mis Talones

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Comenzo con el primer escarpín el cual mi madre aún conserva. Los compró antes de mi nacimiento y aún los conserva. Mis talones ya tienen edad suficiente para contar su propia historia. 

Cerca del año de nacido hicieron su debut como soporte de mis pisadas teniendo como alfombra el verde pasto del parque del este de Caracas. Nunca se imaginaron de cuántas travesuras nos íbamos a librar entre árboles de guayaba y la pesca de corronchos en el río de la Pedrera, en Maracay. Aprendieron a coordinarse para poder pedalear, nadar y correr. A esta altura, mis talones, tenian un recorrido de asfalto caliente que se movian en una improvisada cancha de futbol hecha de 4 piedras como arquerías. Ya sabían, como resultado del mismo juego, trepar paredes con restos de botella incrustados al final para buscar la pelota que algún descontrolado había pateado más allá de aquella calle ciega.

Contar la historia de mis talones, por curioso que fuera, se muestra necesario. Más en estos tiempos donde tienen la madurez suficiente para quejarse en silencio luego de 14 horas de apoyo diario incondicional al resto de mi cuerpo para completar una jornada de trabajo. ¿Qué sería de mí sin ambos calcáneos? ¿Por cuánto tiempo los ignoré a pesar de que todos los días con la ayuda de mi índice los recubría de calzado? Y nunca les dia las Gracias. 

He visto mis zapatos y la huella impreganda de mis huesos, dia a día, pisada a pisada, y la forma extraña en la que quedan como resultado del caminar. No se parecen en nada, en lo absoluto, a como eran cuando recién salen de su caja. Mis talones dejan su marca donde habitan.

No pasa lo mismo con otras prendas de vestir. Camisas y pantalones son prácticamente iguales, con la diferencia del desgaste de la tela. Pero su forma, en sí, no se modifica. Talón, planta y punta del pie parece ser un tridente avasallante que se abre paso, me abren paso, a través del salón de fiesta donde a los 10 años me atreví a sacar a una niña a bailar. Nunca se negaron cuando tuvieron que quedar colgando al borde de la cama por ser muy pequeña para el resto de mi. Ellos cumplen su trabajo y no exigen ningun cuidado como sus vecinos sifrinos los dedos.Permanecen firmes en la popa de esta embarcación que ha sido mi vida por estos primeros 30 años, todo eso a pesar de estar aprisionados por una horma de cuero. Y nunca les di las Gracias.

Por eso hoy les escribo y les dedico su espacio. Les prometo que se cruzaran en esa postura inconfundible de confort donde uno descansa encima del otro, se alternan y se divierten a orilla de una playa cristalina. Les pido paciencia para encontrarse de nuevo con la arena fina que les ablanda el andar. Se que añoran encontrarse con otro par entre suaves sábanas o cómodos cojines. A mis talones que me han mantenido por todo este tiempo: esos amigos que me acompañan a jugar y me alentaron para sacar aquella niña a bailar y se burlaron cuando me dijo que no, mi madre que me enseñó a caminar y manejarme de la misma forma por barrios peligrosos y momumentos turísticos del mundo, son dos pilares en los que me aferro para continuar alegremente. 

Esa forma peculiar de desgastar hacia adentro la suela es el sello de mis pisadas. La reconozco en aquel primer escarpín y mi calzado actual. Espero seguir dejando una huella en estos caminos pero ahora, como lo prometí, agradeciendo a mis fieles talones.









domingo, 14 de febrero de 2016

Amores del Maciel

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Delimitado por las calles Washintong y 25 de mayo están las dos entradas del hospital maciel, en la ciudad vieja en Montevideo. Existen dos accesos principales al recinto que alberga a los protagonistas de historias que nadie quiere contar, nadie quiere vivir ni mucho menos recordar por el dolor que normalmente despierta el pensamiento de aquella temporada que alguna vez en la vida todos nosotros tenemos que transcurrir por muy larga o corta que sea. 

En esta oportunidad estas dos entradas permiten la convivencia de Nicasio y Guatusi, el primero oriundo de soriano con 63 años de edad y el otro un perro, tambien conocido como Guatu, cuya edad aún no esta determinada (ni siquiera en años perrunos).

Los pasillos que se alternan de blanco y negro se muestran como un tablero de ajedrez infinito, largos corredores y ventanales con vista a otra pared o con suerte a un pequeño jardín son los que conforman el contexto del acompañante. Nicasio observa los cambios de turno que ocurren cada 6 horas, no se inquieta, ya conoce la rutina de todos en aquel lugar, se divierte cada jueves de mañana cuando la enfermera que siempre llega tarde marca su huella en el reloj y putea por haber tomando el bus a última hora, y eso es cada jueves de mañana. Nicasio es el campeón del agua caliente, su termo contiene el agua casi a hervor que quema la yerba mate con la cual intenta, infructuosamente, calmar su ansiedad. 

115 días, contestó- Luego esbozó una sonrisa provinciana. Finalmente me atreví a presentarme y curzar un par de palabras con aquel hombre cuya rutina, por muy cursi que parezca, materializa lo que el amor representa, a lo que debería aspirar ese sentimiento por el cual se pasa la vida luchando por encontrar y más importante aún, una vez hallado, no dejarlo ir.

El síndrome de Ondina debe su nombre a la mitología griega. Es una de las enfermedades mas extrañas del mundo, quien la padece no puede controlar su respiración cuando está dormido, por ello necesita de una máquina por la noche para mantenerse vivo. La leyenda cuenta que la ninfa Ondina, al contraer matrimonio con un mortal, sabiendo que ello le costaría perder su belleza e inmortalidad, escuchó de su esposo los votos nupciales mas hermosos: " Que cada aliento que dé mientras estoy despierto sea compromiso de mi amor y fidelidad hacia ti". Con los años, aquel devoto esposo fue sorprendido en la infidelidad y sufrió la maldición de la ninfa: "Juraste fidelidad por cada aliento despierto, ahora al dormir perderás la vida".

Nicasio padece la vigilia como nadie en el hospital. Ruega con todas sus fuerzas que el voltaje de aquella máquina nunca falle. Se asegura de que no se olviden de conectarla, se para frente a cuidados intensivos y con la misma mirada provincina y sonrisa amable se comunica con la enfermera quien le devuelve un guiño buscando apaciguar el corazón del hombre que no puede dormir.

A las diez de la mañana sale Daniela. Tienen un banco para conversar, el cual usan solo para mirarse. 

Pasaron más de 20 horas desde la última vez que caminaron por los pasillos de ajedrez. La dama y el rey se pasean a pasos bien cortitos. Tomados de la mano. La túnica de Daniela se eleva un poco con el paso de camilleros urgidos en trasladar otros pacientes, el cardumen de estudiantes y medicos que visitan las salas no son obstáculo para ellos. Se mueven y se funden en un solo sentimiento.

De vez en cuando intercambian palabras. Ella tiene una traqueotomía. Pero igualmente hablan, se gritan te amo desde sus adentros, se hacen cosquillas con cada roce que desparraman carcajadas. Se lee "Silencio" en una placa pegada a la pared, sin embargo para Daniela, cada vez que ve a su esposo en la entrada, esucha una afinada sinfonia privada dirigida por los latidos fuertes de su corazón.  El la espera como un colegial a la salida. Dichoso de que su vigilia no fue en vano, que su desvelo le recompensa con la presencia de su esposa de tantos años. El mantiene intacto el juramento hecho a su amada ninfa.


De Guatu no se tienen tantos detalles pero no deja de ser curiosa su historia. 

Un hombre común y corriente tenía un perro común y corriente. Se paseaba por el barrio cercano al Hospital, era un vecino más, aparentemente, de vida bohemia. 

Este hombre un buen día ingresa al Hospital. Allí queda internado un par de semanas y en última instancia fallece. 

De todos sus conocidos humanos ninguno sufrió tanto como el Guatusi. Iba y venía desde la emergencia del Hospital hasta la casa de su dueño, el perro iba y venía buscándolo. Decidió esperar, decidió apostar por verlo algún dia salir de allí. Tiene más de 5 años esperando. En sus ojos se ve el cansancio de la vida solitaria. El vació de aguardar en una puerta durante años. Seguramente extraña el parque, su plato, su esquina en el cuarto. Responde tímidamente, o más bien con desgano a su nombre. No reconoce el timbre de voz de su dueño en quien lo llama, la cola no se mueve alegremente como aquella época. El amor de Guatu lo expresa en su decisión de esperarlo.

Luego vino, ciertamente, la compañia de los funcionarios, tiene su veterinario y en los días lluviosos se le permite entrar a una sala que lo guarece. 

Guatu se cruza con Nicasio en la esquina de la panadería, a la vuelta de comprar los bizcochos, el buen esposo lo convida. Se abren paso cada uno en su amor, cada uno en su espera y a su manera. 

El dia del amor o san valentin lo celebran durante todo el año. Para ellos el amor es presencia, es constancia, esperanza, estan noche y día por propia voluntad, dicidieron quedarse porque vale la pena la compañía. Siempre, por muy difícil que sea, el amor vale la pena.