domingo, 11 de octubre de 2015

Una Cola. Un País. ¿Que más nos pueden quitar?

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Ya no tenemos la vida social de antes, ya no tenemos la libertad para elegir qué comer, ya no tenemos seguridad, ni derecho a la vida, salud, mucho menos educación. Ciertamente, hay quienes en una cola pierden la vida por hacerse escuchar, pero ese día muchos ganamos un poquito más de dignidad.

En el supermercado Central Madeirense de los Leones en barquisimeto todo marchaba "normalmente", la gente haciendo fila de manera tranquila. Preparados algunos con banquitos, sombrillas y gorras.Otros tenían libros o revistas para pasar el tiempo. Alguien por ahí me dijo que para hacer esas filas hay que imaginarse que uno está en un aeropuerto, el vuelo se retrasó, te cambiaron la puerta y no te queda otra que esperar tranquilamente. Ojalá ese avión que esperamos nos lleve a lugares más fértiles. Yo disfrutaba de la compañía de la radio, mis auriculares me brindaban la práctica zen correspondiente de los miércoles, terminal de cédula 4 y 5.

"En breve Tony Bujana" fue la señal que me hizo darme cuenta que ya tenía más de 4 horas esperando, el programa de radio del mencionado periodista comienza a las 11am por la emisora Fama 98.1. Varios compañeros de campaña me habían pedido que les guardara sus puestos para ir al Farmatodo que estaba cerca y de esa forma tratar de asar dos conejos al mismo tiempo, parecía una aspiración irreal puesto que ya es sumamente complicado asar dos arepas. 

 Avanzo un poco más y doblando la esquina del supermercado esta a la vista la cola de la tercera edad. Realmente tratados como ciudadanos de tercera. ¿Cuántos de ellos pasaron por algo así en sus tiempos más productivos? son los más calladitos de los borregos que allí estábamos. Son los que habían quemado centenares de budares alimentando a hijos y nietos. 

Un alboroto, un escollo surge a la entrada. Están haciendo una cola aparte para los familiares de los empleados. Ya se acabó todo.

No podía ser, no aceptaba que en mis narices la réplica barata del fascismo cubano me tuviera dentro de sus víctimas de burla. Ya era suficiente con hacer la denigrante cola. Esa es la viveza criolla me dice un compañero de campaña, trato de explicarle que si somos tan vivos ¿cómo es que no tenemos ni para limpiarnos el culo?.

Acudo al frente indignado a hablar con cualquiera que estuviera dispuesto a escuchar mi queja. Al menos alguien debía escucharnos. El portero me mandaba con el gerente, éste no aparecía; una fiscal del pueblo al espetarle cumpla con su trabajo y escuche las quejas  se molestó y a gritos y gestos violentos me pedía que respetara. A gritos y violencia nos tienen encuadrados. Finalmente el gerente muy amablemente escuchó lo que teníamos que decir, de pronto me vi solo en el planteamiento del problema, pero no tardó mucho cuando algunos también me siguieron y respaldaban todo lo que le decíamos. Efectivamente muchas de las cosas se habían acabado ya. Efectivamente habían vendido aparte a los familiares de los empleados, pero al menos nos escucharon, nos hicimos escuchar. 

Al seguir el rumbo hacia la tierra prometida de los precios regulados, los precios de fantasía, un chavista arrecho le dijo a la misma funcionaria de los gritos que él si era un verdadero revolucionario de la lucha armada y que ella no tenía derecho de hablarle así a la gente. Ese señor estaba avergonzado de este desgobierno, no votará tampoco por la oposición. Hay que convencerlo. Conversamos un poco y al menos la armonía reinó entre todos, ya aliviados por la descarga y empoderamiento de saber que somos más los afectados que los que imponen la tiranía, que incluso tenemos respaldo de muchos que estaban antes en las filas de la izquierda pero ahora a todos nos toca,  para poder seguir adelante, darnos la derecha.











1 comentario:

  1. que abuso! Ser escuchado no puede ser considerado un paliativo. Ser escuchados no era el objetivo de una cola de 4 horas.

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