viernes, 25 de septiembre de 2015

Una Cola. Un País.

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Antes de que la memoria se borre, antes de que pase la emoción porque de la emoción es que se escribe. Ahogados en lo cotidiano debemos encontrar la piedra, lavarla, pulirla para reconocer el Oro. En este caso el Oro es la Solidaridad. Un olla a medio hacer es la alarma de que se fue el gas. Cambio de planes y diligencias para subsanar la necesidad alimenticia. Un taxi hasta la central de la casa del pueblo del estado lara 300bsf. - No gracias señor, esperaré otro-. El mismo precio, otro taxista y llegué a la cola.

El silencio abarcaba más espacio que el Sol, muy extraño en estos días de quejas. - ¿A qué hora llega el camión?
- No es posible esta vaina, estamos jodidos- Sea bienvenida la charla correspondiente, primero dos personas con comentarios secos, al aire, molestos, vacíos, resignados, huecos. El señor de la bicicleta, desdentado con gorra roja, indignado, recordaba cuando camino a la playa, en su carro, compraba la bombona para hacer su sancocho. Comienza la verdadera tertulia y una señora se aparta un poco. Ahora se abrían paso las risas y burlas a nosotros mismos, como pueblo, la pérdida de valores y todo lo que en general se dice. Parece que solo repetir lo mismo crea un nirvana para expresarse.

 - Lo que hay que hacer es votar y no quedarse dormido- 

Nada que llegaba el camión, tocó adelantarse hasta el portón y hacer saber que afuera estábamos tomando un bronceado caribeño, nos dijeron que en media hora más. En ese lapso, la política y la situación se dejó a un lado para contar aquellas historias de la infancia de los que formábamos la tertulia. Recuerdos de un "río turbio, pero no sucio" como señaló uno de los participantes quien además hacía énfasis en la importancia de la educación y cómo en su casa le enseñaron a hacer lo bueno. Otro amigo relataba cómo buscaba los materiales para volar papagayo, el mismo río turbio, corronchos y hasta burras conformaban su rutina juvenil. Todos reímos, incluso con la confesión de las pelas que recibían si al llegar a casa, y luego de que su mama hiciera un examen a su piel pasándole la uña por el brazo y así verificaba una raya blanca que relataba que el joven estaba jugando en el río.

Recibimos un ticket como promesa de que seríamos atendidos. El ambiente cambiaba, un poco más optimista, inocente, ignorante. Como hormigas, como soldados, cambiábamos una bombona por otra y en el camino de regreso las despedidas entre contertulios deseándonos suerte. Uno de ellos se ofreció a darme la cola. Es el Oro que se regala, el saberse cada uno en el lugar del otro.

Ford falcon quien sabe de qué año, con vidrios que baja a presión de un alicate es el transporte del buen señor Pedro, quien en el camino me dio una lección sobre extracción y distribución de propano. Mientras me hablaba observaba su cara afable, tostada, ojos honestos, manos grandes trabajadoras ansiosas aún de su obra maestra. Era el mismo señor que a pleno medio día subió su franela hasta la cabeza para cubrirse de alguna manera. En otro contexto, cualquiera lo vería mal educado, despectivamente. Todos debemos aprender a subirnos la franela para cubrirnos, para continuar con cara afable el reto del día a día. Todo este episodio que confirma que mientras sepamos que todos somos uno, que no se admiten los prejuicios, que hay que ayudarnos siempre, me hizo cambiar las ganas de cocinar por las de escribir.

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